"Elegir no es coger la parte más favorable, si no, entender y saber sin cual se puede, o no, vivir."





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domingo, 3 de octubre de 2010

Capitulo 4: Un chico Luciérnaga SEGUNDA PARTE

-¿Un que?-preguntó Lisa sin entenderlo.
-Algo parecido a un ángel. Cuando una persona muere es enviada al portal. Allí te dan a elegir entre volver a la vida como un guardián de almas o morir en paz. Yo elegí lo primero por ansias de recuperar mi vida pero... mis padres se asustaron y me negaron como hijo. Tuve que empezar de cero en otra ciudad y dedicarme a salvar a la persona que es mi alma gemela.
-Como historia esta bien, invéntate algo mejor la próxima vez- dijo Lisa divertida.
-No es broma. Observa
Max se concentró y miró fijamente al agua. En unos segundos había dejado el río sin una gota. Lisa se sorprendió y se asustó un poco.
-¿Co-como has echo eso?- tartamudeó.
-Muy fácil. Pero tú no lo comprenderás, no eres como yo.
-¡Es fantástico!-exclamó maravillada- ¿Donde está entonces el agua?
Max cogió una hoja de un árbol, la miró y la hizo aumentar de tamaño. En cinco minutos era tan grande como el techo de una casa. Max la sostuvo flotando en el aire sin moverla.
-¿Estás preparada?- preguntó.
-Sorpréndeme- balbuceó ella.
Comenzó a llover. Lisa salió fuera y se dio cuenta de lo que había echo. Había evaporado el agua y lo había convertido en lluvia, por eso había utilizado la hoja como techo. Max deshizo la hoja y la regresó a su tamaño natural. Paró de llover. Cuando Lisa quiso darse cuenta el agua estaba de vuelta en el río.
-¿Te gustó?- preguntó Max sonriendo.
-Ha sido mágico. – dijo Lisa esbozando una ancha y profunda sonrisa, la primera del día.
-¿Me crees ahora?
-¡Claro!. Este será nuestro secreto. Pero tienes que contarme más cosas. ¡Muchísimas más!
Lisa y Max caminaban de regreso al pueblo contándose aventuras, recuerdos, excursiones y todo tipo de momentos a recordar. Los dos disfrutaban el uno del otro, eran como si se conociesen de toda la vida. Eran capaces de reír durante horas sin cansarse. Max tenía algo que a Lisa le causaba extraordinario. Los dos disfrutaban de los sentimientos que les recorrían el cuerpo en silencio, ya que, eran capaces de mirarse durante horas y decirlo todo con una mirada. Cada vez que Max se le acercaba, Lisa se ponía a temblar. 
-¿Vendrás mañana al entierro?-preguntó Lisa al llegar a su casa.
-Allí estaré, solo dime la hora por sms.
Max le guiñó el ojo y se fue corriendo. Ella se quedó allí parada sin saber que hacer. La cena ya estaría lista pero no tenía hambre gracias a las gominolas que le había ofrecido aquel chico que a ella, la hacía temblar.
Entró en casa y vio a la abuela sentada en su sillón con cara de estar muy enfadada.
-¿Que horas son estas de llegar?, Me tenías muy preocupada Lisa.
-Lo siento abuela. Fui al río y me encontré a un chico de mi edad y bueno... nos entretuvimos hablando.
-¿Un chico?, ¿De tu edad?- preguntó la abuela entre muecas.
-Sí. Creo que se llama Max. ¿Lo conoces?
-¡Ah!, no, no lo conozco.
Dicho esto la abuela se fue murmurando algo entre dientes que Lisa no consiguió oír. Por alguna razón le había parecido que la abuela se habia puesto muy nerviosa al hablar de Max. Lisa tenia la sensación de que ella lo conocía y no se lo quería decir.


Max entró a su casa. Vivía en un apartamento en un pueblo a dos kilómetros de Dermothville. Con él vivían su hermana Ángela y su gato Cloud. 
-¡Ángela!-gritó Max
-¿Que quieres pesado?
-¿Que hace Cloud durmiendo en la taza del váter?


Ángela fue hacia el baño. Era una chica de su misma edad. Lucía un largo pelo dorado. Sus ojos eran verdes y su piel blanca. Tenía una figura espléndida y un rostro muy bonito y joven. Irradiaba luz a cualquiera que la mirase. Pero sin embargo era pasota y rebelde. A diferencia de su hermano ella no era una guardiana sino que pertenecía al clan de los ladrones de almas.
-¡Eso no es Cloud, imbécil!-le dijo divertida a su hermano- Es el felpudo.
-¡Qué!- exclamó Max- ¿me puedes explicar que hace ahí el felpudo?
-Muy fácil- le contestó ella- Cloud lo ha arrastrado hasta ahí.
-¿Y para que quiere Cloud un felpudo en el váter?-preguntó ya un poco harto.
-Observa-le dijo Ángela mientras le indicaba una dirección- Seguro que el baño no le estaba cómodo y trajo el felpudo- dijo riéndose.
  Max la miró con rabia.
-Ángela... ¡Se ha cagado en el felpudo!
-No soy ciega- contestó divertida.
-¿Y tú no has hecho nada para impedirlo?
-Si hombre, no lo he limpiado. Así tú lo ves, le regañas y no lo vuelve a hacer.
Ella se dio la vuelta, se puso los cascos y se fue otra vez a su habitación      dejando allí a su hermano hecho una furia.
-¡Esto no se va a quedar así lista!- chilló Max para que lo escuchase.
Max se quedó mirando las necesidades que Cloud había hecho en su precioso felpudo blanco. No era fácil tener una hermana a la que no puedes tocar, que encima no te ayuda en nada y sale con tu peor enemigo. Pero esto no iba a quedar así. Max se vengaría algún día de ella.
Mientras, Ángela, hablaba por teléfono con su mejor amiga y con su novio.
-Se puso hecho una furia. ¿Os lo podéis creer?
-Es un cascarrabias-exclamaron los hermanos Westling al unísono.
-Y además está ciego-dijo ella riéndose-¡Confundió el felpudo con el gato!
-¿Pero que le pasa hoy a tu hermano?-preguntó Sheyla, su mejor amiga.
-Nose tía, hoy a venido muy tarde a casa y olía a humana.
-¿A humana?-preguntó Damen.
-Sí, seguramente era su alma gemela. Yo no sé como puede soportar ese trabajo tan aburrido-comentaba Ángela.
-Que desgracia tener un hermano así-decía Sheyla.
-Bueno chicas, yo cuelgo.-anunció Damen.
-¡Adiós!- le dijeron al unísono.
Ángela se quedaba parloteando y criticando con su mejor amiga del alma, Sheyla. No se parecían mucho físicamente pero eran iguales por dentro. Además se llevaban genial porque Ángela salía con Damen, el hermano de Sheyla. Compartían mucho tiempo juntas tanto en las clases como en su tiempo libre y siempre hacían planes aunque sus favoritos eran el Hockey y el Shopping, entre otros. En resumen: ellas si eran auténticas almas gemelas.


El ambiente en casa de Lisa estaba bastante normal, ya había cenado y se preparaba para acostarse temprano. Pero antes tenía que enviarle un sms a Max.
Max, la hora de “eso” es a las cinco. Te espero allí.




Mañana sería el peor día de su vida, sería la hora de decir el adiós definitivo a sus padres y de enterrarlos para siempre.  Ella sabía que no iba a poder hacerlo sola por lo que la compañía de Max le iba a venir de perlas. Pero no era suficiente. Cuando los viese allí abajo se derrumbaría y se rompería en pequeños pedacitos incapaces de reconstruir, y dos de ellos se irán para siempre.

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