"Elegir no es coger la parte más favorable, si no, entender y saber sin cual se puede, o no, vivir."





ESTA NOVELA ES TODA MIA. CUALQUIER USO DE ELLA SIN MI CONSENTIMIENTO PUEDE OCASIONAR PROBLEMAS LEGALES. DISFRUTEN DE LA LECTURA Y ¡GRACIAS POR LA VISITA!

domingo, 3 de octubre de 2010

Capitulo 4: Un chico Luciérnaga SEGUNDA PARTE

-¿Un que?-preguntó Lisa sin entenderlo.
-Algo parecido a un ángel. Cuando una persona muere es enviada al portal. Allí te dan a elegir entre volver a la vida como un guardián de almas o morir en paz. Yo elegí lo primero por ansias de recuperar mi vida pero... mis padres se asustaron y me negaron como hijo. Tuve que empezar de cero en otra ciudad y dedicarme a salvar a la persona que es mi alma gemela.
-Como historia esta bien, invéntate algo mejor la próxima vez- dijo Lisa divertida.
-No es broma. Observa
Max se concentró y miró fijamente al agua. En unos segundos había dejado el río sin una gota. Lisa se sorprendió y se asustó un poco.
-¿Co-como has echo eso?- tartamudeó.
-Muy fácil. Pero tú no lo comprenderás, no eres como yo.
-¡Es fantástico!-exclamó maravillada- ¿Donde está entonces el agua?
Max cogió una hoja de un árbol, la miró y la hizo aumentar de tamaño. En cinco minutos era tan grande como el techo de una casa. Max la sostuvo flotando en el aire sin moverla.
-¿Estás preparada?- preguntó.
-Sorpréndeme- balbuceó ella.
Comenzó a llover. Lisa salió fuera y se dio cuenta de lo que había echo. Había evaporado el agua y lo había convertido en lluvia, por eso había utilizado la hoja como techo. Max deshizo la hoja y la regresó a su tamaño natural. Paró de llover. Cuando Lisa quiso darse cuenta el agua estaba de vuelta en el río.
-¿Te gustó?- preguntó Max sonriendo.
-Ha sido mágico. – dijo Lisa esbozando una ancha y profunda sonrisa, la primera del día.
-¿Me crees ahora?
-¡Claro!. Este será nuestro secreto. Pero tienes que contarme más cosas. ¡Muchísimas más!
Lisa y Max caminaban de regreso al pueblo contándose aventuras, recuerdos, excursiones y todo tipo de momentos a recordar. Los dos disfrutaban el uno del otro, eran como si se conociesen de toda la vida. Eran capaces de reír durante horas sin cansarse. Max tenía algo que a Lisa le causaba extraordinario. Los dos disfrutaban de los sentimientos que les recorrían el cuerpo en silencio, ya que, eran capaces de mirarse durante horas y decirlo todo con una mirada. Cada vez que Max se le acercaba, Lisa se ponía a temblar. 
-¿Vendrás mañana al entierro?-preguntó Lisa al llegar a su casa.
-Allí estaré, solo dime la hora por sms.
Max le guiñó el ojo y se fue corriendo. Ella se quedó allí parada sin saber que hacer. La cena ya estaría lista pero no tenía hambre gracias a las gominolas que le había ofrecido aquel chico que a ella, la hacía temblar.
Entró en casa y vio a la abuela sentada en su sillón con cara de estar muy enfadada.
-¿Que horas son estas de llegar?, Me tenías muy preocupada Lisa.
-Lo siento abuela. Fui al río y me encontré a un chico de mi edad y bueno... nos entretuvimos hablando.
-¿Un chico?, ¿De tu edad?- preguntó la abuela entre muecas.
-Sí. Creo que se llama Max. ¿Lo conoces?
-¡Ah!, no, no lo conozco.
Dicho esto la abuela se fue murmurando algo entre dientes que Lisa no consiguió oír. Por alguna razón le había parecido que la abuela se habia puesto muy nerviosa al hablar de Max. Lisa tenia la sensación de que ella lo conocía y no se lo quería decir.


Max entró a su casa. Vivía en un apartamento en un pueblo a dos kilómetros de Dermothville. Con él vivían su hermana Ángela y su gato Cloud. 
-¡Ángela!-gritó Max
-¿Que quieres pesado?
-¿Que hace Cloud durmiendo en la taza del váter?


Ángela fue hacia el baño. Era una chica de su misma edad. Lucía un largo pelo dorado. Sus ojos eran verdes y su piel blanca. Tenía una figura espléndida y un rostro muy bonito y joven. Irradiaba luz a cualquiera que la mirase. Pero sin embargo era pasota y rebelde. A diferencia de su hermano ella no era una guardiana sino que pertenecía al clan de los ladrones de almas.
-¡Eso no es Cloud, imbécil!-le dijo divertida a su hermano- Es el felpudo.
-¡Qué!- exclamó Max- ¿me puedes explicar que hace ahí el felpudo?
-Muy fácil- le contestó ella- Cloud lo ha arrastrado hasta ahí.
-¿Y para que quiere Cloud un felpudo en el váter?-preguntó ya un poco harto.
-Observa-le dijo Ángela mientras le indicaba una dirección- Seguro que el baño no le estaba cómodo y trajo el felpudo- dijo riéndose.
  Max la miró con rabia.
-Ángela... ¡Se ha cagado en el felpudo!
-No soy ciega- contestó divertida.
-¿Y tú no has hecho nada para impedirlo?
-Si hombre, no lo he limpiado. Así tú lo ves, le regañas y no lo vuelve a hacer.
Ella se dio la vuelta, se puso los cascos y se fue otra vez a su habitación      dejando allí a su hermano hecho una furia.
-¡Esto no se va a quedar así lista!- chilló Max para que lo escuchase.
Max se quedó mirando las necesidades que Cloud había hecho en su precioso felpudo blanco. No era fácil tener una hermana a la que no puedes tocar, que encima no te ayuda en nada y sale con tu peor enemigo. Pero esto no iba a quedar así. Max se vengaría algún día de ella.
Mientras, Ángela, hablaba por teléfono con su mejor amiga y con su novio.
-Se puso hecho una furia. ¿Os lo podéis creer?
-Es un cascarrabias-exclamaron los hermanos Westling al unísono.
-Y además está ciego-dijo ella riéndose-¡Confundió el felpudo con el gato!
-¿Pero que le pasa hoy a tu hermano?-preguntó Sheyla, su mejor amiga.
-Nose tía, hoy a venido muy tarde a casa y olía a humana.
-¿A humana?-preguntó Damen.
-Sí, seguramente era su alma gemela. Yo no sé como puede soportar ese trabajo tan aburrido-comentaba Ángela.
-Que desgracia tener un hermano así-decía Sheyla.
-Bueno chicas, yo cuelgo.-anunció Damen.
-¡Adiós!- le dijeron al unísono.
Ángela se quedaba parloteando y criticando con su mejor amiga del alma, Sheyla. No se parecían mucho físicamente pero eran iguales por dentro. Además se llevaban genial porque Ángela salía con Damen, el hermano de Sheyla. Compartían mucho tiempo juntas tanto en las clases como en su tiempo libre y siempre hacían planes aunque sus favoritos eran el Hockey y el Shopping, entre otros. En resumen: ellas si eran auténticas almas gemelas.


El ambiente en casa de Lisa estaba bastante normal, ya había cenado y se preparaba para acostarse temprano. Pero antes tenía que enviarle un sms a Max.
Max, la hora de “eso” es a las cinco. Te espero allí.




Mañana sería el peor día de su vida, sería la hora de decir el adiós definitivo a sus padres y de enterrarlos para siempre.  Ella sabía que no iba a poder hacerlo sola por lo que la compañía de Max le iba a venir de perlas. Pero no era suficiente. Cuando los viese allí abajo se derrumbaría y se rompería en pequeños pedacitos incapaces de reconstruir, y dos de ellos se irán para siempre.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Capitulo 4: Un chico Luciérnaga PRIMERA PARTE


Al anochecer Lisa no aguantaba más en esa casa. No sabía ya como llorar. Puesto que lo había echo de todas las formas posibles hasta agotar cada gota de agua que había en su pálido cuerpo. Mientras la abuela preparaba la cena, Lisa salió a dar una vuelta por el pueblo. Mirando su mapa se encaminó hacia la plaza mayor. Estaba junto al ayuntamiento. Los bancos de piedra caliza estaban fríos y mojados después de la lluvia.
Salió del pueblo andando despacio y muy pensativa. Le parecía buena hora para ir al río. Todos estarían cenando y nadie la molestaría.
El camino era solitario y empezaba a hacerse mas oscuro y profundo a cada paso que daba. Estaba rodeado de maleza, hierbas, tomos y pinos. Por el aire revoloteaban mosquitos que se posaban sobre su piel con total naturalidad. Lisa estaba tan angustiada que ni se inmutó como haría en cualquier otra ocasión. Mientras pensaba y recapacitaba sobre todo lo que había hecho a lo largo de su vida llegó a una gran conclusión: Se había dedicado a entrenar para ser cada vez más egoísta. Era hora de cambiarlo todo, de encerrar en una habitación lo viejo y empezar todo lo nuevo. Enterraría la Lisa egoísta y caprichosa y volvería la Lisa alocada y cariñosa. Se desvió de sus pensamientos y volvió al mundo real, dos pasos más y habría caído al río. Se encontraba enfrente de él
Y no sabía que hacer, si girarse e irse o quedarse allí. De repente...
-¡Buh!- chilló alguien detrás de ella.
Lisa se asustó y se cayó al agua. Se veía tan patética. En la orilla, mojada,  y sucia. Lisa se giro para ver la cara del gracioso que le había pegado aquel susto y... no se esperaba ver lo que estaba viendo. Era un chico de unos dieciséis años, tenía el pelo un poco largo y color avellana. Sus ojos eran de un color avellana intenso, muy parecido al de su pelo. Tenía una perfecta sonrisa blanca y brillante. Lucía un piercing en la nariz y vestía una camiseta naranja y unos pantalones vaqueros. Lo examinó de arriba a abajo detenidamente. Tenía un rostro angelical. Se quedó tan embobada que no se daba cuenta de que le estaba hablando.
-  ¿Estas bien?-preguntó él tendiéndole la mano- No quería asustarte, lo siento.
Lisa le dio la mano y se levantó.
-   Perfectamente, ¿No me ves?- le dijo con tono irónico.
El chico la miró de arriba a abajo como minutos antes había hecho ella.
-Pues si, te veo muy bien-soltó una carcajada y se giró.
-¿A donde vas?-preguntó Lisa enfadada- ¿Vas a dejarme aquí sola?
El chico se volteó hacia ella y sonrió.
-Has venido sola, ¿no? –preguntó-Seguro que sabes el camino.
-Lisa se acercó a él y le estampó el mapa en la cara.
-Antes de que me tiraras, tenía eso, idiota.
-¿Hacía falta estampármelo?, de momento no estoy ciego- enarcó una ceja y siguió parloteando- Además si vives aquí debes saber el camino y aun no es de noche.
Lisa se echó a llorar. De repente se había acordado del motivo por el que ella había ido a este estúpido río. No pudo evitar derrumbarse y hacerse pedacitos. Él la miro y la abrazó.
-Lo siento si he dicho algo que te molestase-le dijo con dulzura.
Se apartó de él y desvió la vista.
-No, no es eso...
Él le cogió la cara y le obligó a mirarle.
-¿Entonces?
Lisa sabía que no tenía que ir contando sus intimidades por ahí pero necesitaba desahogarse y con su abuela no lo podía hacer. Ella también estaba dolida por la muerte de su hijo y no era bueno recordárselo.
-Mi vida es un infierno. Mi hermano murió hace dos años, cuando él solo era un bebé. Murió aquí, en este mismo río. Y mis padres... han muerto hoy. Mañana tendré que ir a su entierro y ver como se los llevan de mi lado. Como mis amigos están en California, estaré sola, con la madre de mi padre pero... ella no me sirve de consuelo- empezó a llorar- Siento que todo se derrumba a mí alrededor. No sé porque vine hoy aquí. Pero si se que quiero morirme y que...
Él le puso la mano en la boca.
-No digas eso. Nadie quiere morirse. Se que debe de ser duro perder a tus padres. Empezar de cero y...bueno sentirte sola. Pero la vida hay que celebrarla.-él la acarició y la abrazó- Tienes que pensar que tu familia te está viendo y que no te quieren ver sufrir. Aunque tú no los veas, siempre estarán contigo. Además mañana no estarás sola. Yo iré contigo.
A Lisa se le iluminó la cara al oír las últimas palabras de ese chico raro del que no sabía ni el nombre. Lo abrazó y se calló por unos segundos.
-Por cierto... soy Max.-dijo sonriendo.
- Yo Lisa.
Caminaron un rato hablando de su vida. Lisa había olvidado por unos minutos lo que estaba viviendo. Al lado de Max todo le parecía cálido y encantador. Era como haber recuperado una parte de sí misma que había perdido hace mucho. Sus palabras eran tan confortantes y seguras que Lisa olvidó sus miedos. Olvidó donde estaba y quien era.
-¿Donde esta tu familia?- le preguntó Lisa.
-Bueno... es difícil de explicar- balbuceó- muertos y a la vez vivos.
-No se puede estar muerto y vivo a la vez.
-Sí. Si se puede-respondió Max con seguridad.
Lisa lo miró. Estaba dudoso. Tenía la mirada perdida y estaba debatiendo en silencio si hacer o no algo. Ella decidió animarlo.
-Sea lo que sea puedes contármelo-sonrió- Somos amigos.
-Verás yo... no soy normal...
-¿Como que no?, Eres un chico luciérnaga de lo más normal. –comentó Lisa entre risas- Que te gusten las luciérnagas y eso no quiere decir que seas un... ¡Bicho raro!
Max soltó una carcajada.
-No lo decía por eso. Yo... soy un guardián.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Capítulo 3: El culpable SEGUNDA PARTE

La abuela fue la primera persona que vio al volver a la vida, tenía un vaso de agua en las manos.
-Toma Lisa, bebe algo.
-No quiero, gracias.
-¿Quieres que nos vayamos?- preguntó.
- No, quiero verla. – respondió Lisa tiritando.
La dejaron pasar a la habitación y Lisa se sentó al lado de su madre, donde había estado apunto de hacerla feliz. Le quitó la sábana de la cabeza y la acarició.
-Sigues siendo hermosa, mami. Ya sé a quien he salido. Seguro que en el cielo vas a ser una reina. Ahora podrás ver a Jonnhy. Dale recuerdos y dile que lo quiero. También dile a papa que su princesa lo echa de menos y que lo adora. Dijo Lisa intentando sonreír.
-Venga hija, vamonos- le ordenó su abuela.
-¡No!, vete. Esperame fuera. Quiero despedirme.
La abuela salió de la habitación. Y  Lisa le puso una flor en el pelo a su madre. Luego le besó en la mejilla.
-          Realmente eres una princesa. Te quiero, mamá.
Lisa salió de la habitación menos pálida que antes. Bajaron otra vez en el ascensor. Esta vez el niño y la señora no estaban. Al llegar a la planta baja se sentó en una silla.
-Ven, abuela. Quiero preguntarte algo.
La abuela le obedeció.
-¿Fue un accidente de coche verdad?- preguntó Lisa.
-Sí.
-¿Y fue por culpa de otra persona?
- Eso da igual- dijo su abuela que ya sabía por donde iban los tiros...
- No da igual. Contéstame.
- Bueno...-balbuceó la abuela- Sí. Un hombre que iba borracho los empujó fuera de la carretera y cayeron por un barranco.- dijo la abuela entristecida.
-¡OH!, bien. Vamonos quiero descansar.- dijo Lisa con tono pasivo.
Llegaron a casa y Lisa le dijo a la abuela que quería dormir. Que no la molestase. Y su abuela, muy inocente, le hizo caso. Lisa engancho tres sabanas y las tiró por la ventana. Bajó deslizándose por ellas y pidió un taxi.
-Al hospital- le dijo al taxista.
Al llegar le pagó y entró. Jane, la recepcionista, seguía en su puesto. Mirando un ordenador y escribiendo papeles.
-          Hola. ¿Han ingresado a un conductor herido hoy?- preguntó Lisa.
-          Si, planta 5, habitación 488.
-          Gracias.
Lisa subió por las escaleras corriendo. Llegó antes que el ascensor. Buscó la habitación del asesino de sus padres y cuando la tuvo enfrente, suspiró y entró.
- Hola- dijo ella sonriendo.
- ¿Te conozco?- preguntó el hombre.
Ella movió la cabeza de un lado a otro examinándolo sin contestar.
-¿No me has oído niña?, te he preguntado si te conozco.
Ella se acercó a él.
- ¿Has sido malo hoy?- preguntó intentando parecer malévola.
- ¿Que?, ¡Que dices!
- Estabas tan borracho que no te acuerdas, desgraciado– le dijo Lisa mirándolo con   odio- Por tu culpa mis padres han muerto. ¿No te enseñaron que  no se conduce borracho? ¡Eres un asesino!
- Lo-Lo siento- balbuceó.
-¿Que lo sientes?, voy a ser tu peor pesadilla. Voy a acabar con lo que mas quieres, tu familia.
- No por favor, ellos no tienen la culpa- suplicó.
- ¿Y mis padres si la tenían?
- No quería hacerles daño, perdón- susurró lleno de arrepentimiento.
- Tu perdón no me los va a devolver-dijo ella sonriendo.
- No le hagas nada a mis hijos- suplicó una vez más el hombre.
- Yo no soy como tu, no soy una asesina. ¡Asesino!, ¡Asesino!- le chilló mientras se le lanzó a la cara arañándolo y pegándole.
Alguien la agarró por detrás y la apartó.
-          Para quieta, o tendrás problemas-le dijo el enfermero que la sostenía.
-          Esta basura, le arrancó la vida a mis padres. Ellos se merecían vivir, tu no. ¡Te voy a aplastar como a una cucaracha!-le gritó llena de odio y furia.
La sacaron fuera. Se tranquilizó y abandonó el hospital como le ordenó el enfermero. Pero se había quedado muy a gusto. Aunque nada de eso iba a hacer que sus padres volviesen, ella había obtenido una suplica y había visto el dolor y el sufrimiento en los ojos de ese asesino. Eso la llenaba de fuerza para seguir adelante. Ahora mas que nunca iba a demostrarles a su familia que Elisa Hurley Blatnik puede con todo, ¡Ella sola!. Sí, lo iba a hacer.
Cuando su padre le enseñó a nadar ella no quería soltarse y su padre le decía:
-          Se valiente princesa, tú puedes.
Recordar las cálidas palabras de su padre le hacían estremecerse. Ahora ya era demasiado tarde para hacer todo lo que tenían que hacer. Su padre siempre había querido ir a New Jersey y ahora ya era demasiado tarde, un sueño sin cumplir que se unía a la colección. A veces Lisa pensaba que si se merecía lo que le estaba pasando. Había sido tan egoísta y superficial que nunca se había dado cuenta de lo que verdad importa, como le dijo la abuela. Ahora mas que nunca iba a encontrar el tesoro de Sicilia. Lo haría en honor a sus padres. Encontraría algo que los comunicase con ella, algo mágico, algo distinto.
Lisa llegó a casa, la abuela la miro y capto que no quería hablar del tema, que la dejasen en paz. Entonces se calló y se volvió a meter en la cocina.
Lisa subió a la habitación y se sentó en el tocador. Se parecía tanto a su madre. Ver la en aquella cama, pálida y blanca como la nieve, le había echo darse cuenta que eran dos gotas de agua. Dos gotas que se habían separado y no habían encontrado el camino. Lisa empezó a llorar, se tiro del pelo de la rabia, soltó un chillido y luego se tranquilizo. Parecía una enferma, pero su situación no era la más recomendable, así que no se preocupo de la apariencia. La abuela tocó la puerta y entró.
-          ¿Estas bien Lisie?, he oído chillar y ...
-          Estoy –respondió Lis.
-          Entiendo, baja y tomamos un té. Te vendrá bien.
Lisa bajó con la abuela, era la única persona que le quedaba. Sus primos vivían lejos y sus abuelos maternos habían muerto. Entraron en el salón y Lisa se sentó al lado de la ventana.
-          Voy a por el té – le informó la abuela.
Lisa no contestó. Cuando la abuela entró la vio quieta y fría. Mirando hacia la ventana como si estuviese viendo un fantasma. Beatriz se asustó.
-          Niña, toma, está caliente- le dijo mientras le tendía una tacita de porcelana.
-          Gracias – contestó Lisa aun mirando para la ventana.
La abuela la observó. Tenía la mirada perdida, no encontraba un sitio fijo al que mirar. Parecía que se fuese a desplomar en cualquier instante. Y entonces... habló.
-          Oye abuela, el FreeRiver está cerca, ¿verdad?
-          Sí. ¿Quieres que te acompañe? – pregunto la abuela con dulzura.
-          No. Prefiero ir sola. Tú solo cómprame un mapa.
La abuela se levantó y subió las escaleras. Lisa seguía mirando a la nada. Antes hacía un día tan bueno y ahora llovía.  El tiempo es como las personas cambia según las emociones y los sentimientos. La abuela volvió a entrar en el salón, esta vez con algo entre las manos. Se lo tendió a Lisa y le dijo:
-          Toma, un mapa de DermothVille.
-          Gracias, abuela.
Tomaron el té en silencio. La abuela le había ofrecido tarta de almendras, pastas, galletas, bizcocho... pero Lisa no había probado nada. No tenía fuerzas ni hambre para comer. Se sentía débil y abatida. Como en una nube que en cualquier momento descargase todo su contenido. En unos segundos Lisa hizo exactamente eso, empezó a llorar.
-          Lisa, se que este es un mal momento pero... mañana entierran a tus padres.
-          ¿Que?, ¿Donde?
-          Aquí, en el cementerio –respondió la abuela un poco triste.
-          Oh... – balbuceó Lisa en un intentó por hablar.
-          ¿Vas a venir?
-           Claro, abuela. No te dejaré sola. Pero tengo que avisar a la familia de mamá y a todas sus amigas.
-          Déjame la agenda. Ya lo hago yo-dijo la abuela con una sonrisa fingida.

Capítulo 3: El culpable PRIMERA PARTE


Lisa estuvo inconsciente media hora. Cuando se despertó a su lado estaba su abuela. Miro a su alrededor y estaba en su habitación, metida en la cama. Todo le parecía ahora nuevo, sin conocer.
-          Dime que lo he soñado-le suplicó Lisa.
-          Se que es difícil hija, pero...
-          ¡No!, ¡Cállate! –chilló Lisa interrumpiéndola- Mis padres están vivos.
-          Tranquilízate Lisa – le dijo su abuela abrazándola- Ya pasó, todo va a estar bien, yo voy a cuidar de ti.
-          ¿Pero no lo entiendes?- le chilló ella – ¡Mis padres ya no están!, y mi madre se ha muerto sin saber que...
-          Tu madre esta viva.- le dijo su abuela.
-          ¿Que?-exclamó Lisa con un rostro de esperanza. -¿Y mi padre?, ¿Donde están?
-          Tu  madre está en el hospital, pero tu padre...ha muerto- susurró la abuela Beatriz entre sollozos de dolor.
-          ¡No!, esto no está pasando. ¡Mi padre no está muerto!, ¡Estáis equivocados!
La abuela la abrazó y se fue. Lisa se quedó sola. En un mundo tan grande, ella sola. Sentía que no le quedaba nada por lo que luchar. Pero de repente le vino a la cabeza su madre. ¡Estaba viva!, tenía que decirle que la quería antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que dejarla morir sabiendo que su hija llorará por ella. Se levantó y se fue. La abuela la vio salir y la siguió.
-Espera hija, te acompaño.
Lisa la esperó.
- Cogeremos un taxi-sugirió la abuela-llegaremos mas rápido.
- Vale-dijo Lisa cabizbaja.
El taxi las dejo en la puerta del hospital. Entraron y se dirigieron a recepción.
-¿La habitación de la señora Stephanie Catalina Blatnik?- preguntó la abuela.
- Planta 5, habitación 487-respondió Jane, así se llamaba.
-Muchas gracias señorita- dijo la abuela.
Subieron en el ascensor en silencio. En él también viajaba una señora de unos 30 años con un carricoche en el que llevaba un bebé. El niño lloraba pero la señora no se inmutaba, tenia una cara esculpida en dolor y tristeza. Lisa se compadeció. Se parecía a su madre cuando acababa de perder a Jonnhy, el hermano de Lisa. Se acercó al niño y le dio el sonajero que se le había caído.
-          Toma pequeñín-le susurro Lisa.
-          Gracias muchacha- le respondió la madre del niño.
-          Lisa vamos. Adiós- dijo la abuela cogiendo de la mano a Lisa y arrastrándola fuera del ascensor.
Se había encariñado con aquel bebé. Le recordaba a su hermano. Dulce, cálido, lleno de sueños por cumplir, lleno de vida. Lo que ahora le faltaba a su familia. Lo tenía ella. Y ahora era cuando se daba cuenta que no la merecía. Que no merecía vivir y que su padre y su hermano estuviesen muertos, siendo mejor personas que ella.
-          No armes follones, esto es un hospital –le dijo su abuela.
-          Sí, abuela-le respondió Lisa con una mueca.
Entraron y vieron una cama. Sobre ella, cernido, estaba el cuerpo de una mujer, su madre. Se sentó a su lado y le acarició la mano con cuidado. Le besó la frente y le pidió a su abuela que las dejase solas.
Su madre abrió un poco los ojos.
-Mamá-dijo Lisa sonriendo- Se que siempre te he tratado mal y que nunca he valorado nada. Tu me criaste lo mejor que pudiste, me enseñaste a ser persona, a tener principios, a saber lo que esta bien y lo que no. Y yo nunca te he dado las gracias...
Su madre intentó sonreír, Lisa se dio cuenta.
-          No hagas esfuerzos, déjame seguir- le dijo Lisa acariciándola- Y también se que últimamente no he sido la mejor hija del mundo. Que te he tratado como a una basura y tú no lo eres, mamá. Tú eres la persona que me dio la vida, la que me enseño a ser como ella, una gran persona. La culpa fue mía, que no supe valorarte. Y ahora se que tu fuiste, eres, y serás la única persona que me querrá por encima de todo. Que aunque yo fuese una asesina o una ladrona, tú siempre me vas a querer, porque soy parte de tí. Ahora comprendo lo que es perder a lo que mas quieres... y mamá quiero que sepas que te...
A Lisa no le dio tiempo a terminar la frase. Su madre cerró los ojos. Lisa pidió ayuda. La habitación se llenó de médicos y enfermeros. La sacaron de allí y cerraron la puerta.
- Que... te quiero mucho- dijo Lisa, allí. Delante de una puerta cerrada tras la que su madre se debatía entre la vida y la muerte.
La abuela la abrazó y la besó en la frente. Estuvieron esperando mucho tiempo en a sala de espera. Quizá fueron segundos, minutos, horas... pero para Lisa era una eternidad. Empezó a recordar cuando su padre le enseñó a montar en bicicleta.
-El truco es caminar por la vida y esquivar los obstáculos, siempre de frente-decía su padre.
Echaba tanto de menos aquello. Ahora parecía tan lejano. También se le pasaron por la cabeza la primera vez que hizo galletas con pepitas de chocolate. Le enseño su madre el día de su quinto cumpleaños. O el nacimiento de su hermano, su comunión, las navidades en familia, su primera barbie, el juego del cucú-trastrás que le hacía su madre...y entonces, se le escapó una lágrima.
El médico salió de la habitación acompañado de los enfermeros y sacudió la cabeza hacia abajo. La abuela comenzó a llorar y yo entendí que mi oportunidad de hacerla feliz había quedado en un simple intento.
-          Lo siento, no hemos podido hacer nada-dijo el médico.
La abuela seguía llorando abrazando a Lisa que estaba pálida y tiesa como una momia. No se movía, ni parpadeaba. De repente se desmayó.

Capítulo 2: Despedidas. SEGUNDA PARTE.

Lisa despertó de su trance. Y se le vino al casa encima cuando se dio cuenta que tenía que ducharse y ordenar todas sus cosas. Lo hizo de la siguiente manera. Lo colocó todo y después, para relajarse, se dió un buen baño.
Al acabar bajo a la cocina. Abrió la nevera y cogió una ensalada. Tenía que conservar el tipo aunque no le iba a servir de mucho. Sabía que en este pueblo había unas pozas relajantes muy conocidas y el FreeRiver. Un río que ella odia hasta la médula. Pero aquí no había playa, por lo que el tipo no le iba a servir de mucho. No podría practicar volleyball ni surf. Y tampoco podría presentarse a Miss Beach 2010. Odiaba que le arrebatasen un trofeo, y este año se perdería el de miss playa. Esto rompería su colección que ya contaba con 8 trofeos Miss Beach.
Se escucharon pasos en la escalera, era la abuela. Lo sabia por los crujidos que lanzaba al tener que subir las escaleras.
-Hija, ven. Te enseñare algo. – le propuso su abuela.
-Ya bajo, abuela.
La abuela la esperaba en el salón, sentada en su butaca favorita y tomando sorbos de una tacita de porcelana.
-¿Que ibas a enseñarme?- preguntó Lisa con curiosidad.
La abuela se levantó y abrió un cajón del mueble. Saco una lata de galletas y la abrió.
-¿Galletas?- preguntó Lisa extrañada.
-No-la abuela se rió-ábrela.
Lisa obedeció a la abuela y abrió la caja, era circular. De color azul metalizado. Parecía un poco oxidada, se preguntaba que habría ahí dentro.
-¿Eres tú?-preguntó Lisa mirando una foto.
-Sí. Aquí están mis recuerdos. Fotos, frases, canciones...
-¡Estabas en Italia!-exclamó Lisa.
- Veo que eres muy observadora. Seguramente habrás visto alguna vez la famosa “Torre de Pizza”. Es lo único bueno de Italia, a parte de Venecia, claro.
- ¿No te gusto Italia?-preguntó.
- No. La gente no era cercana. Y no había casi nada que ver, además, la comida es muy vulgar. Pasta y pizza se comen en cualquier sitio.
- Pero abuela, las de allí son mejores que las demás. Además yo siempre he querido recorrer “la bota” de arriba a abajo. –dijo entusiasmada.
- Bueno Lisie, debo decir que Italia tiene algo curioso. Se dice que al final de la bota, como tú la llamas, hay un tesoro. Y que por eso están ahí, en Sicilia. Todos los mafiosos.
- ¿Un tesoro? –Preguntó Lisa emocionada.- ¿Joyas, coronas y dinero?
- No.-respondió la abuela- Se dice que es algo más valioso.
- ¿Mas valioso que eso?
- En la vida hay cosas más valiosas que el dinero. Por ejemplo, la salud, el amor, la amistad...Eso no se compra con dinero.
-Bueno si-comentó Lisa dudosa- Pero sin dinero no se puede vivir.
-Tienes razón, sin dinero no se puede vivir. Pero parar vivir, no hace falta tener mucho dinero. Con poco, se vive. – dijo la abuela sonriente.
Lisa se quedó pensativa, era mayorcita para creerse lo del tesoro pero... tenía mucha curiosidad por saber si era verdad. La abuela parecía sincera, además si que es verdad que Sicilia tiene la mayor parte de los mafiosos, traficantes... Aun así, a Lisa, no se le pasaba la idea, de encontrar algo más valioso que el dinero, que suele venir siendo, todo lo que buscan las personas.
-          Lisa, hija. –pregunto la abuela con un gesto de preocupación- ¿Estas bien?
-          Si, perdona. Me quedé pensando en lo del tesoro.
-          No pienses en eso. Nunca lo encontraras, creeme.
-          Vale...-contestó con resignación.
-          Anda corre a tomar un poco el sol, te vendrá bien. Estás pálida.
-          Si, abuela...
Lisa tenía un presentimiento. No era de estos que solemos decir todos. Ese era demasiado fuerte, muy real. Desde la muerte de su hermano, lisa podía ver visiones, no eran claras, solo imágenes difusas, pero las voces se oían con claridad. Esta vez no fue una imagen. Fue un pinchazo de dolor en el corazón. Nunca había sentido algo tan doloroso. Empezaba a asustarse.
Intentó despejar sus ideas de la cabeza e hizo caso a la abuela. Se puso su bikini, y cogió la crema, las gafas de sol, y la toalla. Bajó las escaleras y cruzo la puerta de la cocina que llevaba al jardín. Se sentó en una hamaca, estiró su toalla y se tumbó.
Mientras se echaba crema en los brazos y las piernas tarareó una canción, te recuerdo, porque has sido y eres la chispa que me ha hecho vivir... Le encantaba esa canción. El canto del loco era su grupo favorito. Tenía los pantalones lechuga firmados por Dani, Chema y David, los integrantes del grupo. Se puso su ipod y se relajó. A pesar de su repugnancia por el campo, los bichos y demás insectos, le relajaba tumbarse y descansar mientras escuchaba música. Era después de, competir, comprar ropa e ir a fiestas, lo que más le gustaba.
La abuela Beatriz estaba leyendo una revista de cocina y decoración mientras esperaba que se hiciesen las galletas que tenía en el horno. Le apasionaba leer, decorar y cocinar. Eran sus únicas aficiones a parte de viajar. Cuando murió su marido se dedico a recorrer el mundo. Al abuelo le habría gustado ir a muchos sitios pero la vida le jugo una mala pasada y lo dejo sin cumplir algunos de sus deseos. Así que su mujer, Beatriz, decidió que a ella no le pasaría lo mismo, y se llevaba una foto de su marido a cada sitio. Después hacia fotomontajes y los colgaba en una habitación donde tenía la ropa de su difunto marido. Esa era la habitación, la de los sueños, la de los deseos sin cumplir, pero sobre todo, la del amor mas allá de la muerte.
Lisa dejó su ipod en la tumbona, se quitó el pareo y se sentó en el bordillo de la piscina. <Ojalá todos los días sean así > pensó. En vez de meterse poco a poco, se tiro de una vez. Así pasaría menos frío. Porque aunque haga un día precioso, el agua estaba un pelín fría. Nado un rato de todas las formas posibles. Mariposa, normal, estilo perro, buceando...hasta que se cansó y volvió a la tumbona. Tenía una llamada perdida de Josh, lo llamó.
-¿Si?-preguntó él.
- Soy Lisa, ¿me llamabas?
- ¡Ah!, sí. Lisa no se que pasa, ¿Por que lo dejamos?, vamos, solo será un mes.
- ¿Solo será un mes?, es increíble Josh...-balbuceó Lisa.
- ¿Increíble?, estas muy rara Lisa. No te entiendo, no es para tanto.
- ¡En un mes puedo estar muerta!, nunca se sabe que va a pasar-dijo entristecida.
- No te pongas en lo peor. Pero bueno, si es tu decisión, la respeto.
- Ya hablamos cuando vaya...
- No Lisa. Tu tren ya pasó.
Pi-Pi-Pi.Colgó. Lisa se quedo allí. Con el móvil pegado a la oreja, mientras resonaban las palabras de Josh cada vez más fuerte. Se sentó y tiró el móvil.
De repente vio aparecer a su abuela con cara de susto y dolor. Era una expresión que le producía un nudo en la garganta. Era la misma cara de su madre cuando murió su hermano. Todo era frío, raro, hueco. Faltaban piezas en el puzzle que Lisa, intentaba reconstruir.
-Hija, ven al salón-dijo su abuela llorando.
-¿Que pasa abuela? ¿Porque lloras?- preguntó Lisa.
- Es mejor que te lo diga en el salón, hay alguien que quiere verte.
- Vale, vamos.

Entraron al salón y vio un hombre, para ser mas exactos, un policía. Tenía un rostro fino y blanquecino. Sus ojos eran negros y no sonreía. Parecía una escultura sin expresión.
-¿Señorita Elisa Hurley Blatnik?-preguntó.
- Sí, soy yo-contestó con un hilo de voz.- ¿Pasa algo?
- Siento ser portador de malas noticias pero me temo que debo decírselo. Sus padres, Zachary Hurley Lermon y Stephanie Catalina Blatnik, han tenido un accidente.
-¿Qué?-preguntó Lisa segundos antes de caer al suelo.

Capítulo 2: Despedidas. PRIMERA PARTE.



Lisa y la abuela estaban tan entretenidas contándose experiencias o batallitas que sus padres decidieron irse ya. Se acercaron a ellas y se despidieron.
- Espero tenerte pronto conmigo, princesa- le susurro el señor Hurley a Lisa – Adiós mamá. Cuídate mucho. – le dijo a la señora Beatriz.
      -Hija, pase lo que pase no olvides que te quiero- le dijo su madre con cierta tristeza       
en la voz. Adiós Beatriz, un gusto verte.
-          Adiós papá. En cuanto a ti...-señaló a su madre-Estoy deseando librarme de ti.
-          No le hables así a tu madre- le dijeron al unísono su padre y su abuela.
- Dejadla, si ya se que no me quiere. –Dijo con tristeza la señora Blatnik- Me he acostumbrado a sus desprecios. La verdad no se cual ha sido mi error hija. Lo único que he hecho ha sido quererte. –dijo secándose las lagrimas- Aun así. Espero verte pronto, te quiero.
- Lo tendré en cuenta, mamá. La lista de tus errores te la hago por orden alfabético o numerado. – le respondió Lisa con frialdad.
Sus padres salieron por el umbral de la puerta diciéndoles adiós a las dos. A Lisa se le escapó una lagrimilla. A pesar de hacerles creer que no los echará de menos, ella sabe que no es cierto. Y que los quiere mucho. Pero nunca se ha atrevido a decírselo. Tal vez por miedo a que salga la Lisa dulce y encantadora que murió el mismo día que su hermano.
-¿Entramos Lisie? – preguntó la abuela Beatriz.
- Claro. No tengo nada mejor que hacer. – respondió Lisa mientras se acordaba de sus antiguos veranos.
Mientras la abuela se dirigía a la cocina, Lisa se desvió hacia su habitación. Con tanto ajetreo se había olvidado de escribir a Tiffany y a Josh. Ni tampoco de colocar su ropa. Así que decidió que era hora de empezar a hacerlo.
Sacó su portátil rosa y lo encendió. Miro de arriba abajo su correo electrónico, su facebook y su tuenti.
Querida Tiffany:
Hace poco que me he ido y ya te echo de menos. El pueblo no está mal. Pero parece muy aburrido. La parte buena es que mi abuela tiene piscina. Los días soleados aprovecharé el sol. Cuida a Josh, hay muchas lagartas detrás de él.
Te quiere, tu amiga Lisa.

Decidió escribirle eso, porque le parecía lo más adecuado. Y porque no tenía nada más que contar. Tiffanny había sido su mejor amiga desde los cinco años. La ayudo mucho durante la muerte de su hermano y siempre la había estado apoyando. Y aunque se criticaban mutuamente a las espaldas, se querían mucho.
Fanny, como Lisa le llamaba, era alta y rubia. Su pelo era dorado con reflejos. Tenia pecas debajo de los ojos. Lo que le hacían tener un aspecto más dulce. Sus ojos eran azules, capaces de hipnotizar. Expresaban mucha dulzura. Y aunque a veces Tiffanny era muy dura, ella la consideraban una chica magnífica.
Ahora le tocaba el turno a Josh. Su primer novio con el que llevaba ya casi un año. Era un chico deportista y muy atractivo. Su pelo revuelto le hacia parecer una estrella de Hollywood. Tenía unos ojos azules muy profundos y muy claros. El tono de su piel era bronceado, ya que hacia muchos deportes de playa. Nunca habían discutido y ella lo quería muchísimo. Él había sido su gran apoyo y aunque a veces sentían celos mutuos. Nunca habían llegado a una crisis seria. No sabia que decirle. Todo le parecía muy raro. Nunca se habían separado y ahora era el momento de hacerlo. Dudo por unos instantes y tras meditarlo mucho decidió dejarlo de una forma cordial y educada.

Josh:
Te parecerá raro que te escriba un mail. Pero la verdad es que no sabia que hacer. Ya no estoy en California. No me ha dado tiempo a despedirme pero... he decidido hacerlo por aquí. Todo ha sido muy repentino. Las típicas rabietas de mi madre. Yo creía que nunca lograrían separarnos pero... ya no lo tengo tan claro. No se puede vivir con un novio que viva en la otra punta de San francisco. Por lo que he decidido dejarlo. Te estaré esperando pronto. Volveré a finales del mes y si no te has olvidado de mi podremos hablar con mas tiempo. Pero de momento esto es lo mejor.
Te quiere, Lisa.

Ya lo había echo. Había dejado a su novio. Todo por una entupida rabieta de su madre. Hasta el momento nunca se paró a pensar en lo mal que estaba su relación. Y lo mal que le hacia vivir con ella todos los días. Desde que pasó lo de su hermano, de alguna manera empezó a tenerle odio. Y aunque le deseaba que fuera feliz, no podía quererla como antes. La abuela interrumpió sus pensamientos.
-¿Quieres comer algo?- le grito desde el fondo de las escaleras.
- No abuela, gracias-le contestó Lisa.
La abuela no le parecía tan vieja. Ella sabia que escondía a una jovencita llena de deseos y de curiosidades. Tan vital y ágil como ella, o incluso mas. Aunque la había visto pocas veces, antes parecía un poco más curvada y envejecida. Sin embargo ahora había dado un gran cambio. Casi no parecía ella. Le alegraba tener una compañera de aficiones. La abuela Beatriz le parecía muy divertida. Había viajado mucho, y por muchos sitios diferentes. Desde los teatros romanos y griegos hasta las cascadas de Polinesia. Verdaderamente era una mujer con mucha experiencia y muchos recuerdos. Lisa siempre ha soñado con visitar Grecia y con viajar a Venecia. Pero nunca ha podido ser. Si no era por una cosa era por otra, su madre siempre tenía una excusa. Y su padre nunca se animaba a llevarle la contraria a su mujer. En eso era en lo que se fijaba Lisa a la hora de valorar los caprichos que le habían consentido sus padres. Para ella nunca era suficiente. Y aunque ellos añoraban a la antigua Lisie, y nunca se lo habían dicho, ella se había dado cuenta.

Capítulo 1: Nueva etapa. SEGUNDA PARTE.

Se despertó en su cama, tapada con las mantas y con su pijama favorito puesto. Supuso que la habría arropado su madre y se levantó de un salto. Sabía que hoy cambiaría su vida. Lo que no sabía era si para bien o para mal. Se puso sus vaqueros de los sábados y su camiseta de los martes. Lisa era tan sumamente ordenada que tenía una muda para cada día de la semana. Se peinó y se retocó un poco los ojos con su eye liner y se puso un poco de brillo en los labios. Salió de la habitación a paso ligero, en el salón estaba su padre, sentado en su butaca y leyendo el periódico mientras tomaba el café. Lisa siguió su camino hasta la cocina. Desde allí escuchó a su padre.
-¡No olvides desayunar bien princesa!, te espera un largo viaje.
Lisa hizo como que no lo escuchaba y se sentó en la mesa, cogió una tostada y un vaso de nesquick Desayuno de prisa y fregó lo que había ensuciado.
-¿Has dormido bien?- le preguntó su madre.
-Genial, espero que tú no –comentó bajito Lisa.
-¡Lisie!-chilló su padre desde el salón- Ya que has acabado coge la maleta. Nos vamos.
Lisa obedeció de mala gana. De su madre se esperaba cualquier cosa. De su “adorado” padre, no. Cogió la maleta sin esforzarse mucho y quejándose cada dos segundos, porque sabía que eso ponía nerviosa a su madre.
-Para ya Lisa. No me hace gracia-replicaba la señora Blatnik.
-No te estoy contando un chiste. No tienes porqué reírte, mamá- recalcó la palabra mamá poniendo muecas. Hoy se había despertado muy sarcástica y eso le gustaba.
-Bien chicas, nos vamos-anunció el padre de Lisa.
-¡OH!, no me había dado cuenta papi. Gracias por avisar a la nena, no vaya a ser que se quedase aquí y se la comieran los tiburones-comentó entre risas.
-Te crees muy graciosa, ¿verdad?-preguntó su madre con una sonrisa malévola en la boca- A ver si sigues así en casa de tu abuela.
Lisa cambió su expresión. Ahora estaba furiosa, demasiado furiosa. Si tuviera que enfrentarse a su profesor de sociales ahora mismo, lo vencería solo con mirarlo. Chispeaba fuego, parecía el dragón de Shreck. Dejó pasar el comentario de su madre y enchufó su ipod. El viaje fue largo. Sus padres cantaban al unísono una canción que a Lisa le causaba escalofríos. Mientras ella miraba a cada rato su precioso reloj, un valioso tesoro que le había regalado su hermano. No pudo evitar derramar una lágrima insonora y secársela al momento. Lisa es de las pocas personas que odian llorar delante de la gente.
Por fin llegaron a Dermothville. La entrada al pueblo era...en una palabra, verde. Todo estaba lleno de árboles de un verde intenso, casi cegador. Por el cielo se asomaba un sol reluciente adornado de nubes blancas como la cara de su madre cuando no le valía una falda. Revoloteaban mariposas y mosquitos tan alegres que Lisa sintió cosquillas en el estómago que le anunciaban las ganas que sentía de vomitar. Sus padres se dieron cuenta pero la ignoraron. Ella siguió observando la ensalada como ella le llamaba a aquel pueblo, que cambiaba de paisaje en dos segundos. Ahora se veían casas y una colina muy alta al fondo. Se sentía el viento golpear las hojas de los árboles y se escuchaba el ruido de las moscas. El coche se detuvo delante de una casa de cuatro pisos. Estaba rodeada de una valla blanca que daba paso a un jardín lleno de enanitos. Al fondo se veía una piscina con flotadores de colores y una mesa de hierro blanco.
No tenía mal aspecto por fuera, aun así, esto no quitaba el asco que Lisa sentía por tener que pasar aquí el verano. Sus padres bajaron del coche y le hicieron señas para que ella los imitase. Salió y pegó un portazo.
-Sonríe un poco, no seas mal educada.-le ordenó su madre.
-Y pórtate bien con la abuela, no la hagas enfadar y ayúdala- le dijo su padre con cierta dulzura.
-¿Que soy yo?, ¿Su invitada o su chacha?- murmuró Lisa en voz baja.
-No olvides llamarnos cada dos días, mi niña. Ya estas creciendo-le decía su madre mientras la acariciaba.
-Como si te importara lo que me pase...-le contestó Lisa de mala gana.
-Bueno vamos a llamar al timbre, solo vas a estar aquí un mes.-le dijo su padre con tono alentador.
<Que consuelo> pensó Lisa para sus adentros. Llamaron al timbre y salió una señora de unos cincuenta años de edad, lucía un vestido floreado a la altura de los tobillos. Llevaba el pelo alborotado en una melena blanca como la nieve. Sus pendientes eran de oro y de ellos colgaba una perla. La señora les sonrió.
-Hola hijo-dijo con una gran sonrisa mientras abrazaba al señor Hurley.
-Hola Stephanie, estas cada vez mejor- le dió dos besos y la abrazó.
- ¿Y tu?, ¡como has crecido!- le susurro al oído mientras abrazaba a Lisa.
A Lisa no le hacía gracia tener que pasar aquí el verano, pero por lo menos su abuela tenía buen gusto al vestir, seguro que podrían discutir el mal gusto de las actrices o hablar de chicos. Parecía muy tierna. <Algo bueno tenía que tener esto>pensó.
Luego entró a la casa seguida de sus padres. Lo primero que vio fue un recibidor adornado con tulipanes y margaritas. Sus padres le habían mencionado que la abuela Beatriz vivió en Holanda unos años y que le encantaban las flores. La habían avisado que no se sorprendiese si viese la casa llena de tulipanes (flores típicas de Holanda). Al final de un largo pasillo se veía una escalera muy larga, < ¿A donde llevara eso?> se preguntó. Luego cayo en la cuenta de que la casa tenía cuatro pisos, y la pregunta le resulto bastante patética. Su abuela se metió en la primera sala a la izquierda, la cocina. Era una cocina estilo francesa. Llena de bordados y con cuadros muy bonitos. En uno aparecía ella delante del Museo del Louvre.
-¿Has estado en Paris?- preguntó Lisa emocionada.
Sus padres se sonrieron dando a entender que Lisa empezaba a coger cariño a la abuela.
-Si, y en Grecia, Roma, Túnez, China y Polinesia.-respondió la abuela sonriendo.
-¡OH!, tienes que contarme experiencias, yo siempre he querido ir a Grecia.-comentó Lisa mientras cogió del brazo a su abuela y se la llevó sonriendo.
-Claro hija. Las que tu quieras-le respondió la abuelita.
Sus padres se quedaron charlando.
-Ves cariño, al final no va a ser tan grave- comentó el señor Hurley.
-Eso espero Zachary. Esta niña pronto monta un drama.-le dijo preocupada mientras caminaba hacia donde estaban Lisa y su abuela.