"Elegir no es coger la parte más favorable, si no, entender y saber sin cual se puede, o no, vivir."





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domingo, 12 de septiembre de 2010

Capitulo 4: Un chico Luciérnaga PRIMERA PARTE


Al anochecer Lisa no aguantaba más en esa casa. No sabía ya como llorar. Puesto que lo había echo de todas las formas posibles hasta agotar cada gota de agua que había en su pálido cuerpo. Mientras la abuela preparaba la cena, Lisa salió a dar una vuelta por el pueblo. Mirando su mapa se encaminó hacia la plaza mayor. Estaba junto al ayuntamiento. Los bancos de piedra caliza estaban fríos y mojados después de la lluvia.
Salió del pueblo andando despacio y muy pensativa. Le parecía buena hora para ir al río. Todos estarían cenando y nadie la molestaría.
El camino era solitario y empezaba a hacerse mas oscuro y profundo a cada paso que daba. Estaba rodeado de maleza, hierbas, tomos y pinos. Por el aire revoloteaban mosquitos que se posaban sobre su piel con total naturalidad. Lisa estaba tan angustiada que ni se inmutó como haría en cualquier otra ocasión. Mientras pensaba y recapacitaba sobre todo lo que había hecho a lo largo de su vida llegó a una gran conclusión: Se había dedicado a entrenar para ser cada vez más egoísta. Era hora de cambiarlo todo, de encerrar en una habitación lo viejo y empezar todo lo nuevo. Enterraría la Lisa egoísta y caprichosa y volvería la Lisa alocada y cariñosa. Se desvió de sus pensamientos y volvió al mundo real, dos pasos más y habría caído al río. Se encontraba enfrente de él
Y no sabía que hacer, si girarse e irse o quedarse allí. De repente...
-¡Buh!- chilló alguien detrás de ella.
Lisa se asustó y se cayó al agua. Se veía tan patética. En la orilla, mojada,  y sucia. Lisa se giro para ver la cara del gracioso que le había pegado aquel susto y... no se esperaba ver lo que estaba viendo. Era un chico de unos dieciséis años, tenía el pelo un poco largo y color avellana. Sus ojos eran de un color avellana intenso, muy parecido al de su pelo. Tenía una perfecta sonrisa blanca y brillante. Lucía un piercing en la nariz y vestía una camiseta naranja y unos pantalones vaqueros. Lo examinó de arriba a abajo detenidamente. Tenía un rostro angelical. Se quedó tan embobada que no se daba cuenta de que le estaba hablando.
-  ¿Estas bien?-preguntó él tendiéndole la mano- No quería asustarte, lo siento.
Lisa le dio la mano y se levantó.
-   Perfectamente, ¿No me ves?- le dijo con tono irónico.
El chico la miró de arriba a abajo como minutos antes había hecho ella.
-Pues si, te veo muy bien-soltó una carcajada y se giró.
-¿A donde vas?-preguntó Lisa enfadada- ¿Vas a dejarme aquí sola?
El chico se volteó hacia ella y sonrió.
-Has venido sola, ¿no? –preguntó-Seguro que sabes el camino.
-Lisa se acercó a él y le estampó el mapa en la cara.
-Antes de que me tiraras, tenía eso, idiota.
-¿Hacía falta estampármelo?, de momento no estoy ciego- enarcó una ceja y siguió parloteando- Además si vives aquí debes saber el camino y aun no es de noche.
Lisa se echó a llorar. De repente se había acordado del motivo por el que ella había ido a este estúpido río. No pudo evitar derrumbarse y hacerse pedacitos. Él la miro y la abrazó.
-Lo siento si he dicho algo que te molestase-le dijo con dulzura.
Se apartó de él y desvió la vista.
-No, no es eso...
Él le cogió la cara y le obligó a mirarle.
-¿Entonces?
Lisa sabía que no tenía que ir contando sus intimidades por ahí pero necesitaba desahogarse y con su abuela no lo podía hacer. Ella también estaba dolida por la muerte de su hijo y no era bueno recordárselo.
-Mi vida es un infierno. Mi hermano murió hace dos años, cuando él solo era un bebé. Murió aquí, en este mismo río. Y mis padres... han muerto hoy. Mañana tendré que ir a su entierro y ver como se los llevan de mi lado. Como mis amigos están en California, estaré sola, con la madre de mi padre pero... ella no me sirve de consuelo- empezó a llorar- Siento que todo se derrumba a mí alrededor. No sé porque vine hoy aquí. Pero si se que quiero morirme y que...
Él le puso la mano en la boca.
-No digas eso. Nadie quiere morirse. Se que debe de ser duro perder a tus padres. Empezar de cero y...bueno sentirte sola. Pero la vida hay que celebrarla.-él la acarició y la abrazó- Tienes que pensar que tu familia te está viendo y que no te quieren ver sufrir. Aunque tú no los veas, siempre estarán contigo. Además mañana no estarás sola. Yo iré contigo.
A Lisa se le iluminó la cara al oír las últimas palabras de ese chico raro del que no sabía ni el nombre. Lo abrazó y se calló por unos segundos.
-Por cierto... soy Max.-dijo sonriendo.
- Yo Lisa.
Caminaron un rato hablando de su vida. Lisa había olvidado por unos minutos lo que estaba viviendo. Al lado de Max todo le parecía cálido y encantador. Era como haber recuperado una parte de sí misma que había perdido hace mucho. Sus palabras eran tan confortantes y seguras que Lisa olvidó sus miedos. Olvidó donde estaba y quien era.
-¿Donde esta tu familia?- le preguntó Lisa.
-Bueno... es difícil de explicar- balbuceó- muertos y a la vez vivos.
-No se puede estar muerto y vivo a la vez.
-Sí. Si se puede-respondió Max con seguridad.
Lisa lo miró. Estaba dudoso. Tenía la mirada perdida y estaba debatiendo en silencio si hacer o no algo. Ella decidió animarlo.
-Sea lo que sea puedes contármelo-sonrió- Somos amigos.
-Verás yo... no soy normal...
-¿Como que no?, Eres un chico luciérnaga de lo más normal. –comentó Lisa entre risas- Que te gusten las luciérnagas y eso no quiere decir que seas un... ¡Bicho raro!
Max soltó una carcajada.
-No lo decía por eso. Yo... soy un guardián.

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