"Elegir no es coger la parte más favorable, si no, entender y saber sin cual se puede, o no, vivir."





ESTA NOVELA ES TODA MIA. CUALQUIER USO DE ELLA SIN MI CONSENTIMIENTO PUEDE OCASIONAR PROBLEMAS LEGALES. DISFRUTEN DE LA LECTURA Y ¡GRACIAS POR LA VISITA!

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Capítulo 2: Despedidas. SEGUNDA PARTE.

Lisa despertó de su trance. Y se le vino al casa encima cuando se dio cuenta que tenía que ducharse y ordenar todas sus cosas. Lo hizo de la siguiente manera. Lo colocó todo y después, para relajarse, se dió un buen baño.
Al acabar bajo a la cocina. Abrió la nevera y cogió una ensalada. Tenía que conservar el tipo aunque no le iba a servir de mucho. Sabía que en este pueblo había unas pozas relajantes muy conocidas y el FreeRiver. Un río que ella odia hasta la médula. Pero aquí no había playa, por lo que el tipo no le iba a servir de mucho. No podría practicar volleyball ni surf. Y tampoco podría presentarse a Miss Beach 2010. Odiaba que le arrebatasen un trofeo, y este año se perdería el de miss playa. Esto rompería su colección que ya contaba con 8 trofeos Miss Beach.
Se escucharon pasos en la escalera, era la abuela. Lo sabia por los crujidos que lanzaba al tener que subir las escaleras.
-Hija, ven. Te enseñare algo. – le propuso su abuela.
-Ya bajo, abuela.
La abuela la esperaba en el salón, sentada en su butaca favorita y tomando sorbos de una tacita de porcelana.
-¿Que ibas a enseñarme?- preguntó Lisa con curiosidad.
La abuela se levantó y abrió un cajón del mueble. Saco una lata de galletas y la abrió.
-¿Galletas?- preguntó Lisa extrañada.
-No-la abuela se rió-ábrela.
Lisa obedeció a la abuela y abrió la caja, era circular. De color azul metalizado. Parecía un poco oxidada, se preguntaba que habría ahí dentro.
-¿Eres tú?-preguntó Lisa mirando una foto.
-Sí. Aquí están mis recuerdos. Fotos, frases, canciones...
-¡Estabas en Italia!-exclamó Lisa.
- Veo que eres muy observadora. Seguramente habrás visto alguna vez la famosa “Torre de Pizza”. Es lo único bueno de Italia, a parte de Venecia, claro.
- ¿No te gusto Italia?-preguntó.
- No. La gente no era cercana. Y no había casi nada que ver, además, la comida es muy vulgar. Pasta y pizza se comen en cualquier sitio.
- Pero abuela, las de allí son mejores que las demás. Además yo siempre he querido recorrer “la bota” de arriba a abajo. –dijo entusiasmada.
- Bueno Lisie, debo decir que Italia tiene algo curioso. Se dice que al final de la bota, como tú la llamas, hay un tesoro. Y que por eso están ahí, en Sicilia. Todos los mafiosos.
- ¿Un tesoro? –Preguntó Lisa emocionada.- ¿Joyas, coronas y dinero?
- No.-respondió la abuela- Se dice que es algo más valioso.
- ¿Mas valioso que eso?
- En la vida hay cosas más valiosas que el dinero. Por ejemplo, la salud, el amor, la amistad...Eso no se compra con dinero.
-Bueno si-comentó Lisa dudosa- Pero sin dinero no se puede vivir.
-Tienes razón, sin dinero no se puede vivir. Pero parar vivir, no hace falta tener mucho dinero. Con poco, se vive. – dijo la abuela sonriente.
Lisa se quedó pensativa, era mayorcita para creerse lo del tesoro pero... tenía mucha curiosidad por saber si era verdad. La abuela parecía sincera, además si que es verdad que Sicilia tiene la mayor parte de los mafiosos, traficantes... Aun así, a Lisa, no se le pasaba la idea, de encontrar algo más valioso que el dinero, que suele venir siendo, todo lo que buscan las personas.
-          Lisa, hija. –pregunto la abuela con un gesto de preocupación- ¿Estas bien?
-          Si, perdona. Me quedé pensando en lo del tesoro.
-          No pienses en eso. Nunca lo encontraras, creeme.
-          Vale...-contestó con resignación.
-          Anda corre a tomar un poco el sol, te vendrá bien. Estás pálida.
-          Si, abuela...
Lisa tenía un presentimiento. No era de estos que solemos decir todos. Ese era demasiado fuerte, muy real. Desde la muerte de su hermano, lisa podía ver visiones, no eran claras, solo imágenes difusas, pero las voces se oían con claridad. Esta vez no fue una imagen. Fue un pinchazo de dolor en el corazón. Nunca había sentido algo tan doloroso. Empezaba a asustarse.
Intentó despejar sus ideas de la cabeza e hizo caso a la abuela. Se puso su bikini, y cogió la crema, las gafas de sol, y la toalla. Bajó las escaleras y cruzo la puerta de la cocina que llevaba al jardín. Se sentó en una hamaca, estiró su toalla y se tumbó.
Mientras se echaba crema en los brazos y las piernas tarareó una canción, te recuerdo, porque has sido y eres la chispa que me ha hecho vivir... Le encantaba esa canción. El canto del loco era su grupo favorito. Tenía los pantalones lechuga firmados por Dani, Chema y David, los integrantes del grupo. Se puso su ipod y se relajó. A pesar de su repugnancia por el campo, los bichos y demás insectos, le relajaba tumbarse y descansar mientras escuchaba música. Era después de, competir, comprar ropa e ir a fiestas, lo que más le gustaba.
La abuela Beatriz estaba leyendo una revista de cocina y decoración mientras esperaba que se hiciesen las galletas que tenía en el horno. Le apasionaba leer, decorar y cocinar. Eran sus únicas aficiones a parte de viajar. Cuando murió su marido se dedico a recorrer el mundo. Al abuelo le habría gustado ir a muchos sitios pero la vida le jugo una mala pasada y lo dejo sin cumplir algunos de sus deseos. Así que su mujer, Beatriz, decidió que a ella no le pasaría lo mismo, y se llevaba una foto de su marido a cada sitio. Después hacia fotomontajes y los colgaba en una habitación donde tenía la ropa de su difunto marido. Esa era la habitación, la de los sueños, la de los deseos sin cumplir, pero sobre todo, la del amor mas allá de la muerte.
Lisa dejó su ipod en la tumbona, se quitó el pareo y se sentó en el bordillo de la piscina. <Ojalá todos los días sean así > pensó. En vez de meterse poco a poco, se tiro de una vez. Así pasaría menos frío. Porque aunque haga un día precioso, el agua estaba un pelín fría. Nado un rato de todas las formas posibles. Mariposa, normal, estilo perro, buceando...hasta que se cansó y volvió a la tumbona. Tenía una llamada perdida de Josh, lo llamó.
-¿Si?-preguntó él.
- Soy Lisa, ¿me llamabas?
- ¡Ah!, sí. Lisa no se que pasa, ¿Por que lo dejamos?, vamos, solo será un mes.
- ¿Solo será un mes?, es increíble Josh...-balbuceó Lisa.
- ¿Increíble?, estas muy rara Lisa. No te entiendo, no es para tanto.
- ¡En un mes puedo estar muerta!, nunca se sabe que va a pasar-dijo entristecida.
- No te pongas en lo peor. Pero bueno, si es tu decisión, la respeto.
- Ya hablamos cuando vaya...
- No Lisa. Tu tren ya pasó.
Pi-Pi-Pi.Colgó. Lisa se quedo allí. Con el móvil pegado a la oreja, mientras resonaban las palabras de Josh cada vez más fuerte. Se sentó y tiró el móvil.
De repente vio aparecer a su abuela con cara de susto y dolor. Era una expresión que le producía un nudo en la garganta. Era la misma cara de su madre cuando murió su hermano. Todo era frío, raro, hueco. Faltaban piezas en el puzzle que Lisa, intentaba reconstruir.
-Hija, ven al salón-dijo su abuela llorando.
-¿Que pasa abuela? ¿Porque lloras?- preguntó Lisa.
- Es mejor que te lo diga en el salón, hay alguien que quiere verte.
- Vale, vamos.

Entraron al salón y vio un hombre, para ser mas exactos, un policía. Tenía un rostro fino y blanquecino. Sus ojos eran negros y no sonreía. Parecía una escultura sin expresión.
-¿Señorita Elisa Hurley Blatnik?-preguntó.
- Sí, soy yo-contestó con un hilo de voz.- ¿Pasa algo?
- Siento ser portador de malas noticias pero me temo que debo decírselo. Sus padres, Zachary Hurley Lermon y Stephanie Catalina Blatnik, han tenido un accidente.
-¿Qué?-preguntó Lisa segundos antes de caer al suelo.

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