"Elegir no es coger la parte más favorable, si no, entender y saber sin cual se puede, o no, vivir."





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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Capítulo 3: El culpable PRIMERA PARTE


Lisa estuvo inconsciente media hora. Cuando se despertó a su lado estaba su abuela. Miro a su alrededor y estaba en su habitación, metida en la cama. Todo le parecía ahora nuevo, sin conocer.
-          Dime que lo he soñado-le suplicó Lisa.
-          Se que es difícil hija, pero...
-          ¡No!, ¡Cállate! –chilló Lisa interrumpiéndola- Mis padres están vivos.
-          Tranquilízate Lisa – le dijo su abuela abrazándola- Ya pasó, todo va a estar bien, yo voy a cuidar de ti.
-          ¿Pero no lo entiendes?- le chilló ella – ¡Mis padres ya no están!, y mi madre se ha muerto sin saber que...
-          Tu madre esta viva.- le dijo su abuela.
-          ¿Que?-exclamó Lisa con un rostro de esperanza. -¿Y mi padre?, ¿Donde están?
-          Tu  madre está en el hospital, pero tu padre...ha muerto- susurró la abuela Beatriz entre sollozos de dolor.
-          ¡No!, esto no está pasando. ¡Mi padre no está muerto!, ¡Estáis equivocados!
La abuela la abrazó y se fue. Lisa se quedó sola. En un mundo tan grande, ella sola. Sentía que no le quedaba nada por lo que luchar. Pero de repente le vino a la cabeza su madre. ¡Estaba viva!, tenía que decirle que la quería antes de que fuera demasiado tarde. Tenía que dejarla morir sabiendo que su hija llorará por ella. Se levantó y se fue. La abuela la vio salir y la siguió.
-Espera hija, te acompaño.
Lisa la esperó.
- Cogeremos un taxi-sugirió la abuela-llegaremos mas rápido.
- Vale-dijo Lisa cabizbaja.
El taxi las dejo en la puerta del hospital. Entraron y se dirigieron a recepción.
-¿La habitación de la señora Stephanie Catalina Blatnik?- preguntó la abuela.
- Planta 5, habitación 487-respondió Jane, así se llamaba.
-Muchas gracias señorita- dijo la abuela.
Subieron en el ascensor en silencio. En él también viajaba una señora de unos 30 años con un carricoche en el que llevaba un bebé. El niño lloraba pero la señora no se inmutaba, tenia una cara esculpida en dolor y tristeza. Lisa se compadeció. Se parecía a su madre cuando acababa de perder a Jonnhy, el hermano de Lisa. Se acercó al niño y le dio el sonajero que se le había caído.
-          Toma pequeñín-le susurro Lisa.
-          Gracias muchacha- le respondió la madre del niño.
-          Lisa vamos. Adiós- dijo la abuela cogiendo de la mano a Lisa y arrastrándola fuera del ascensor.
Se había encariñado con aquel bebé. Le recordaba a su hermano. Dulce, cálido, lleno de sueños por cumplir, lleno de vida. Lo que ahora le faltaba a su familia. Lo tenía ella. Y ahora era cuando se daba cuenta que no la merecía. Que no merecía vivir y que su padre y su hermano estuviesen muertos, siendo mejor personas que ella.
-          No armes follones, esto es un hospital –le dijo su abuela.
-          Sí, abuela-le respondió Lisa con una mueca.
Entraron y vieron una cama. Sobre ella, cernido, estaba el cuerpo de una mujer, su madre. Se sentó a su lado y le acarició la mano con cuidado. Le besó la frente y le pidió a su abuela que las dejase solas.
Su madre abrió un poco los ojos.
-Mamá-dijo Lisa sonriendo- Se que siempre te he tratado mal y que nunca he valorado nada. Tu me criaste lo mejor que pudiste, me enseñaste a ser persona, a tener principios, a saber lo que esta bien y lo que no. Y yo nunca te he dado las gracias...
Su madre intentó sonreír, Lisa se dio cuenta.
-          No hagas esfuerzos, déjame seguir- le dijo Lisa acariciándola- Y también se que últimamente no he sido la mejor hija del mundo. Que te he tratado como a una basura y tú no lo eres, mamá. Tú eres la persona que me dio la vida, la que me enseño a ser como ella, una gran persona. La culpa fue mía, que no supe valorarte. Y ahora se que tu fuiste, eres, y serás la única persona que me querrá por encima de todo. Que aunque yo fuese una asesina o una ladrona, tú siempre me vas a querer, porque soy parte de tí. Ahora comprendo lo que es perder a lo que mas quieres... y mamá quiero que sepas que te...
A Lisa no le dio tiempo a terminar la frase. Su madre cerró los ojos. Lisa pidió ayuda. La habitación se llenó de médicos y enfermeros. La sacaron de allí y cerraron la puerta.
- Que... te quiero mucho- dijo Lisa, allí. Delante de una puerta cerrada tras la que su madre se debatía entre la vida y la muerte.
La abuela la abrazó y la besó en la frente. Estuvieron esperando mucho tiempo en a sala de espera. Quizá fueron segundos, minutos, horas... pero para Lisa era una eternidad. Empezó a recordar cuando su padre le enseñó a montar en bicicleta.
-El truco es caminar por la vida y esquivar los obstáculos, siempre de frente-decía su padre.
Echaba tanto de menos aquello. Ahora parecía tan lejano. También se le pasaron por la cabeza la primera vez que hizo galletas con pepitas de chocolate. Le enseño su madre el día de su quinto cumpleaños. O el nacimiento de su hermano, su comunión, las navidades en familia, su primera barbie, el juego del cucú-trastrás que le hacía su madre...y entonces, se le escapó una lágrima.
El médico salió de la habitación acompañado de los enfermeros y sacudió la cabeza hacia abajo. La abuela comenzó a llorar y yo entendí que mi oportunidad de hacerla feliz había quedado en un simple intento.
-          Lo siento, no hemos podido hacer nada-dijo el médico.
La abuela seguía llorando abrazando a Lisa que estaba pálida y tiesa como una momia. No se movía, ni parpadeaba. De repente se desmayó.

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